Juana de Arco mujeres en el cine

Imagen del cartel promocional del film Juana de Arco (1999), de Luc Besson.

Todo el mundo conoce el nombre de Juana de Arco pero la verdadera historia de la “Doncella de Orléans” se encuentra velada tras los difusos datos que de ella nos han llegado. Santa, guerrera y doncella, demente o temeraria, fuera quien fuese la auténtica Juana, el relato de su vida ha dado para infinidad de biografías, novelas históricas y revisiones cinematográficas. Unas más cercanas a la hagiografía; otras pretendiendo desgranar de las alabanzas divinas a la auténtica mujer.

La última versión cinematográfica que aborda la vida de Juana de Arco estuvo dirigida por Luc Besson en 1999. Una película que muestra con todo lujo de detalles la crueldad y violencia de una Edad Media sumida en la demoledora Guerra de los Cien Años y nos presenta una imagen muy alejada de la santa recreada en vitrales y estatuas.

La cinta aborda la breve pero intensa vida de Juana de Arco, una muchacha que nació en 1412 en la pequeña localidad de Domremý, en la región francesa de Lorena. Hija de un campesino, Jacques d’Arc y su esposa, Isabel Romée, Juana era la cuarta de los cinco hijos de la pareja. La vida de Juana transcurría relativamente tranquila, aprendiendo los rudimentos del hogar, mientras los reinos de Francia e Inglaterra se sumían en una terrible guerra que había empezado hacia 1337 y tardaría más de una centuria en terminar.

Juana, como cualquier muchacha de su tiempo, creció rodeada de la religiosidad medieval que haría mella en su vida y marcaría su destino. Fiestas, horarios, ritos, incluso el trabajo, todo estaba impregnado de una presencia religiosa constante, algo que hay que tener presente para entender al personaje de Juana. Los relatos hagiográficos de la futura santa nos explican que, siendo una joven de apenas trece años, empezaría a escuchar voces divinas que ella identificaría con tres santos, san Miguel, santa Catalina y santa Margarita, curiosamente relacionados con la lucha activa en defensa de su propia fe.

La pequeña acostumbraba a rezar a la Virgen María en la ermita de Bermont donde iba siempre que podía. Fue en una de estas visitas a la Virgen que Juana se encontraría en el camino con una espada que marcaría el inicio de su misión divina. Con esta escena arranca la película de Besson, con un desfase temporal importante respecto a la realidad, pues en la película nos muestran a una niña pequeña cuando la propia Juana aseguraría que las visiones no empezarían hasta los trece años. Juana vuelve a su hogar después de confesarse por enésima vez y empieza a oír voces y se topa con la misteriosa espada. Al llegar a su pueblo, choca de lleno con una escena atroz. Las tropas inglesas están arrasando con todo lo que encuentran, incluida toda su familia. La horripilante secuencia del asesinato de algunos de los suyos y la violación de una de sus hermanas es irreal, pues la población de Donremý habría huido a la vecina Neufchâteau antes de la llegada de las tropas angloborgoñonas. Imagino que la tremenda escena fue incorporada por el director para justificar la obsesiva personalidad de la joven marcada por un trauma y dispuesta a vengar a los suyos. En la vida real, la Juana religiosa que había crecido entre oraciones y visiones místicas no habría necesitado de ningún trauma para llevar a cabo su divina misión. Pero no habría sido, posiblemente, lo suficientemente convincente para los guionistas de Hollywood.

Juana de Arco, doncella guerrera

Siguiendo con la cinta, este es un trágico escenario que marcará, sin duda, la vida de una muchacha que, ahora más que nunca, se cree enviada por Dios para salvar a Francia, a su rey y a su pueblo. La película recrea el encuentro entre la joven y el delfín Carlos, una historia legendaria recreada en multitud de ocasiones según la cual un supuesto Carlos se presenta ante Juana y ella le acusa de ser un impostor. Para sorpresa de todos los presentes en el castillo de Chinon, Juana, que se hace llamar “La Doncella”, descubre al delfín entre la multitud.

La película relata la construcción de la misión de Juana ante los muros de Orléans. Empieza entonces una larga recreación de las cruentas batallas con todo lujo de detalles. A pesar de que en la cinta Juana aparece rodeada de soldados y sumergida en el fragor de la batalla, hay muchos historiadores que aseguran que la joven nunca participó en la lucha cuerpo a cuerpo. La Doncella, como explicaría ella misma ante los que la juzgarían años después, vestía armadura y portaba espada y estandarte precisamente para no tener que matar a nadie.

Juana de Arco mujeres en el cine

Una de las virtudes del film es la forma descarnada en que muestra la violencia de la guerra en la Edad Media, en el contexto de la Guerra de los Cien Años.

Vestida como un hombre, el personaje de Juana se gana el afecto de algunos de sus compañeros quienes ven en ella a una auténtica libertadora tocada por la mano de Dios. Pero la protección divina, o la suerte de Juana, llega a su fin cuando resulta herida y el rey ungido gracias a ella como Carlos VII facilita la detención de la joven que cae en manos de los ingleses.

La última parte de la película nos muestra a una Juana encarcelada esperando ser juzgada cuando su propia conciencia recreada en un oscuro hombre (interpretado por un magistral Dustin Hoffmann) empieza a hacerla dudar de sus propias decisiones. A lo largo de agonizantes minutos, ella misma reconstruye sus visiones y, en un ejercicio de raciocinio poco convincente para una mente medieval, transforma las señales que ella creía divinas en simples coincidencias y caprichos del destino.

La Juana de Luc Besson, a la que da vida Milla Jovovich, es bastante convincente, a excepción de esta última parte que parece dar una versión demasiado moderna de la conciencia medieval. Santa o simplemente una muchacha devota, Juana se convirtió en una líder carismática para todo un ejército que llevaba décadas luchando contra el enemigo. Una figura que levantó el ánimo de la tropa con sus mensajes divinos y consiguió algo que fue considerado realmente milagroso. Visionaria o simplemente influenciada por la mística que impregnaba todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad medieval, Juana consiguió la victoria para el rey de Francia pero cruzó una línea muy peligrosa, que fue pretender dar órdenes a un monarca ungido por Dios.

Luc Besson recrea con gran fidelidad las batallas y el mundo medieval, con una violencia explícita excesiva. Una historia con un final de todos conocido, la quema en la hoguera de Juana de Arco en Ruan, el 30 de mayo de 1431.

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